miércoles, 28 de mayo de 2008

Reflexión sobre la propiedad intelectual: La libertad de la web frente al negocio de los derechos de autor

La Word Wide Web ha crecido muy rápido. La red de redes ha conocido desde su nacimiento en 1989 a manos de Tim Berners-Lee, muchas y variadas evoluciones que la han situado siempre a la vanguardia de las tecnologías en la Sociedad de la Información. La justicia, que hoy en día navega a otro ritmo, se ha quedado atrás, y la Red ha provocado el surgimiento de muchos debates que giran entorno a la legalidad de sus usos. La creación de la Web fue revolucionaria, pero más aún lo fue la actitud de su creador, quién entendió que ésta era un “creación social” diseñada para ayudar a la gente a trabajar juntos. En Internet, por tanto, prima la libertad de acceso a la información y al conocimiento y, precisamente ahí, surgen los problemas con los derechos de autor.

El abogado, Javier Cremades, es autor del libro Micropoder: la fuerza del ciudadano en la era digital, en el que se abordan los conflictos y las dudas que la era digital conlleva. Internet ha lanzado el desafío contra la propiedad intelectual y la resolución no será fácil. El concepto de propiedad intelectual comenzó como un medio de reconocer la autoría del creador de una obra y su derecho a cualquier beneficio que pueda producirse como resultado de su trabajo. Sin embargo, esta idílica situación no se da en Internet, un medio caracterizado por la libertad del copiar/pegar y las descargas gratuitas, donde la frontera que separa libertad, de libertinaje es muy borrosa.

Cremades nos hace ver cómo Internet ha sido construida sobre principios que desafían el concepto tradicional de propiedad intelectual y cómo se ha reaccionado ante ello. En este caso han sido los usuarios y las empresas e industrias afectadas los que con mayor rapidez han buscado soluciones. En primer lugar nos encontramos con los defensores del copyright (artistas e industria) que pretenden controlar la reproducción y distribución de creación. En segundo término tenemos a los usuarios, quienes en su mayoría apuestan por el software libre. Éstos conciben Internet como una gran biblioteca pública donde el conocimiento y la información naveguen gratuitamente en pos del beneficio de todos. Entre estos dos polos opuestos se sitúa un modelo intermedio, el Copyleft, esto es, la copia permitida. La principal baza de éste es que elimina las restricciones del copyright, con la condición de que el trabajo derivado se mantenga con el mismo régimen de derechos de autor que el original.

El problema, como vemos, está en el negocio. Y es que Internet, la misma herramienta que permite a las empresas y artistas distribuir películas, música o tonos para el móvil, facilita, también, la copia y distribución ilegal. ¿Qué hacer, pues, cuando lo que está en juego es la “economía del conocimiento”? Los datos están ahí y el círculo vicioso no tiene visos de mejora. La creación y venta de contenidos a través de Internet es uno de los factores de impulso de la Sociedad de la Información, un mercado que generó un negocio de más de 3.200 millones de € durante 2005. Aunque esto a la industria no le parece suficiente. En todo caso, es evidente que el vertiginoso proceso de cambio tecnológico requiere nuevas formas de pensar sobre la propiedad intelectual y sus cuestiones anejas como los derechos de autor, el buen uso, el dominio público, la creación artística y otros conceptos que han definido tradicionalmente este campo.

Mientras Internet superaba la adolescencia, el conflicto entre los usuarios y la industria no se detenía. Si los defensores del software libre daban un paso más con los sistemas P2P, a través de los cuales millones de usuarios distribuyen y reproducen masivamente todo tipo de productos audiovisuales, eludiendo el copyright; la industria contrarrestaba con los sistemas digitales de gestión de derechos (Digital Rights Management). Con éstos las empresas deciden qué podrá hacer el consumidor con los contenidos que ha adquirido: cuántas veces podrá reproducirlos y en qué dispositivos, si podrá copiarlo o no y en cuántas ocasiones, si se permite su transmisión a otros ordenadores, etc. O lo que es lo mismo Napster frente a iTunes, Emule frente al Canon Digital..., legalidad vs. Ilegalidad, o tal vez, ¿avaricia frente a conocimiento?

Aquí, al igual que en el póker, sin dinero de por medio no tiene gracia. El negocio está detrás de todo el problema, aunque éste sea revestido con teorías morales y ansias de reconocimiento artístico, mientras que la justicia camina lenta, lastrada por el peso de las leyes. El egoísmo humano demuestra no tener límites y ante ello la única opción posible es que ganen (aunque sea menos) todos; industria y usuarios, artistas y ciudadanos. Por ello la resolución apunta hacia el copyleft, aunque no debemos olvidar que la Red navega en mar abierto y cualquier marea puede empujarnos en otra dirección.

El Canon Digital en el Progama "Enfoque" de La2 [9:29]

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